La reciente muerte del policía Garrido puso de manifiesto, además de la extrema tragedia por su pérdida, que hay personas que hacen el bien a su prójimo en silencio, desinteresadamente. No buscan los medios, ni que se los conozca, ni son simples “habladores”. Tan solo hacen, construyen.

Figuras de tamaño calibre hacen que el resto de los argentinos, hábiles en el arte de hablar y declamar, tal nuestra especialidad, pero no hábiles en el difícil arte de hacer el bien, nos sintamos pequeños, mediocres. Una nada.

¿Qué nos enseñó Garrido? Que el bien común se construye “haciendo el bien” y no hablando, declamando, teniendo solo buenas intenciones. También nos enseñó que es superfluo buscar la exposición mediática pues tan solo alcanza con el reconocimiento de corazón de aquellos a los cuales nuestras acciones benefician. Además, hacer el bien resena en la eternidad.

¡Pobrecitos los argentinos si no somos capaces de aprender y de cambiar frente a este monumental ejemplo! Si nuestra clase política sigue solo hablando y engañando, si los policías se siguen corrompiendo, ¡que Dios nos ampare!